
Otra vez igual, ante ti, de rodillas, suplicando que me perdones.
Pero esta vez es diferente, esta vez de verdad no quería, quizá en el fondo nunca quise...
Y aún así veo tus ojos clavados en los míos, pidiéndome explicaciones, gritando "¿¡Por qué!?" a través de sus pupilas mientras es tu boca la que me observa, entreabierta ante lo inesperado pero sin fuerzas para abrirse más y gritar.
Pero, ¿qué podría responderte?
El único motivo para hacerlo fue precisamente la falta de motivos para evitarlo.
Lo se, se que es una pésima excusa, que si fuera así todos lo harían, pero me temo que ya no hay vuelta atrás. Tiré el móvil al retrete para evitar...