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miércoles, 30 de abril de 2014

0 ¿Demasiado pretencioso?

Quizás, pero alguien especializado me ha recomendado añadir a mis relatos y desahogos "© 2013/14 Mel Köiv. Todos los derechos reservados" porque nuca se sabe que clase de persona está al otro lado de la pantalla y pueden pillarme algo.
Como se dice por aquí."Hay gente pa tó" 
Así que ná, añadido queda a todo el contenido mío.
Kisses.

sábado, 26 de abril de 2014

0 Angel y sirena

El Ángel Superior, de aspecto anciano, esperó a Hanael a las puertas del cielo, le había visto escaparse unas horas antes y sabía bien a dónde.
- ¡Una sirena! ¡Uno de mis ángeles enamorado de una sirena! Las criaturas más lascivas del universo. ¡Y tú has sucumbido a su tentación! ¿Qué hice mal contigo?
- Te equivocas completamente, no son así, al menos no mi sirena, ella es dulce y tierna. Esa es solo la imagen que nos han vendido de ellas.
- ¿¡Vendido!? ¡Esto es el paraiso! La verdad absoluta. La felicidad. Aquí no venden nada, no somos como esos sucios humanos colmados de mentiras y enredos, hijo. ¿Y cómo que tu sirena?
- Sí, has oido bien. Mi sirena. Jamás dejaré de verla y mucho menos de amarla.
- Sabes lo que ocurre a los ángeles como tú, ¿verdad?
El Ángel Superior se fue con solo una palabra en sus labios:
- Desterradle.
Quienes aparecieron después, no parecían ángeles, sus alas eran negras y su tamaño desmesurado.
Ataron al angel y lo llevaron a un lugar apartado, el suelo estaba cubierto de plumas, y las plumas cubiertas de sangre.
- ¡No! ¿No os bastaba con desterrarme? - gritaba Hanael mientras los angeles negros le conducían a una especie de gillotina.
- Son ordenes del Superior. Limítate a quedarte quieto.
- ¡No! ¿Como la veré entonces?
- Esa es la idea, hijo mio -dijo seriamente el Superior contemplando la escena- Cualquiera puede pecar, Hanael, pero todo medio es poco para no recaer.
- ¡No! ¡Soltadme!
Los angeles le situaron con la espalda pegada a la guillotina y colocaron bien las alas, de forma que no pudiera sacarlas.
Él forcejeaba y gruñia de dolor.
- Cuando usted quiera, Superior -dijo uno de los angeles negros.
- Es suficiente -respondió él y dejaron caer la pesada cuchilla.
Un grito descomunal brotó de su garganta.
Apareció allí lucifer.
- Huelo una ofrenda, ¿me engaña mi olfato?
- Para nada, viejo amigo. Llévate este alma descarriada.
- ¿Este muchacho? ¿Bromeais? -agarró por la barbilla la cara del ángel, que aun estaba atado- ¿pero habéis visto que cara de bonachón? ¿Cuál es su pecado?
- Lujuria. Cedió a la tentación de las sirenas.
Lucifer rió estrepitosamente.
- Mayores pecados has cometido tú. Cualquier excusa es buena para tirar las sobras. Aquí no saben disfrutar la vida, chico. Estarás mejor conmigo -agarró a Hanael del pelo y se desvanecieron-.
-------------
En una roca en medio del mar, un ángel abraza a una sirena.
Las mejillas de la sirena brillaban bajo el sol del atardecer, mojadas de agua salada, que sus ojos derramaban.
- No podrás venir a verme a escondidas eternamente, Hanael.
- Ligia, te prometí que no pasaría un día sin verte desde el día que nos vimos por primera vez en esta misma roca. Hasta ahora lo he cumplido y siempre lo haré, pase lo que pase.
Hacía ya dos semanas que tuvieron esa conversación, y él no había vuelto más, a pesar de que Ligia le esperó siempre a la misma hora, en la misma roca, hasta caer la noche.
Pero ese día, cuando el sol se puso, se adentro en lo más profundo del mar en busca de Morga, la hechicera, tan  seductora como peligrosa.
- ¡Oh, pequeña! ¿Qué haces tú en un lugar como este?
- Quiero hablar con Lucifer.
- Que rotunda -escupió sorprendida la hechicera- Poco sabe Lucifer que yo no sepa, querida. Tú dime en que puedo ayudarte.
- Quiero saber si se ha llevado a alguien.
- Claro que se ha llevado a alguien, cada día se lleva gente, el mundo esta lleno de pecadores.
- Me refiero a alguien concreto, a... un ángel.
- ¿Un ángel? -se rió- Esto si que no me lo esperaba. ¿Y por que querría mi amigo Lucifer llevarse a un ángel?
- Incumplió las normas del cielo y es posible que le desterraran. Eso, o decidió no volver a verme.
- Está bien, averiguaremos si esta en el infierno, pero ¿qué harás si está allí?
- Buscarle.
- El infierno es inmenso.
- Le encontraré aunque tenga que nadar en rios de lava.
- A veces el amor nos cobra precios muy altos, en este caso el precio es tu vida, y no tendría vuelta atrás.
Y también las hechiceras cobramos precios muy altos, ¿te habían informado?
La sirena se quitó un collar con un pequeño frasco y se lo ofreció.
- Él me regaló eso, me dijo que era preciado por muchos y muy valioso.
- Me aventuro a decir que son lágrimas de ángel.
- Así es.
- Extremadamente valiosas. Útiles para muchas pociones e imposibles de conseguir. Oh querida, me acabas de hacer muy feliz, hablarás con Lucifer.
Pero cuando el no viene solito, solo hay una forma de invocarle.
- Haré lo que sea.
- El pecado mortal.
- ¿Suicidio? ¿Y si Hanael no está con él?
- ¿Acaso tienes otra forma de descubrirlo?
- No...
- Toma este puñal, querida. Y hazlo aquí -dijo tocándole el pecho-
Vamos, linda, por tu amor.
- No puedo -sollozó Ligia- ¿No hay otra forma? ¿No puedes clavarmelo tú?
- Entonces no sería tuyo el pecado y yo no tengo prisa por llegar al infierno -sonrió-.
Ligia cogió aire, cerró los ojos, tomó impulso... y al abrirlos vió un ser rojo vestido de negro. Prendido en llamas. Estaba en el infierno. Sentía su cola y su pelo totalmente secos por primera vez.
El ser rojo se le acercó.
- Sí. Está aquí. Pero no quiere verte. dice  que perdió esto por tu culpa -le tiró sus alas cortadas y ella se llevó las manos a la cara.
- ¡No es cierto, no son suyas! ¡Dime que estás mintiendo" Quiero verle, y si es cierto, disculparme.
Lucifer echó las alas al fuego de una patada.
- Como puedes ver, te estás deshidratando -chasqueó los dedos y dónde hubo fuego, ahora había agua. Si consigues encontrarle sin meterte en una sola charca, pasareis la eternidad juntos. Si se te ocurre meter una sola escama en una charca, me encargaré de que no os volvais a ver. Y sea como sea, pase lo que pase, nunca olvides que ya, estás en el infierno.
Tras tres días de incesante búsqueda, encontró a Hanael, que aún seguía atado. Se arrastró hacia él tan rapido como pudo y soltó sus cuerdas. El ángel cayo como el plomo sobre la sirena.
El agua volvió a ser fuego, salvo una pequeña charca. Hanael tomó en brazos  y, a zancadas, se acercó a meterla allí.
El cuerpo de Ligia estaba lleno de magulladuras por los tres dias que habia pasado arrastrandose, y sus labios de estaban agrieteados por la falta de agua lo que le curó casi inmediatamente con un beso.
Se abrazaron.
- Tus alas...
- Shh... nada importa, estamos juntos, para siempre. Ahora descansa.


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© 2014 Mel Köiv Todos los derechos reservados 

jueves, 24 de abril de 2014

1 Diario de Nadie


Tuve que borrarlo porque el que presentara al concurso no podía estar en internet.
Aquí está de nuevo.


Sábado, 8 a.m, suena el maldito despertador de mi habitación, pero lo oigo a pesar de haberme quedado dormido en el sofá la noche anterior.

Intento ignorar el fatídico sonido pero se adentra en mi cabeza hasta tal punto que siento que me va a estallar, aunque probablemente la botella de Vodka de anoche influya un poco.

Finalmente me levanto desperezándome y me dirijo al dormitorio en estado zombie para apagarlo.


- ¿Por qué demonios me despiertas? - digo mirando al despertador con mala cara y lo apago tirándolo al suelo de un manotazo.


Me asomo a la ventana... El sol brilla intensamente, parece que hará un buen día hoy... así que bajo la persiana y me dejo caer sobre mi cama deshecha.


Busco el despertador con la mirada. <<Donde demonios...?>> Cojo el móvil y miro la hora, las cuatro de la tarde, una de las pocas ventajas del paro, la única quizá. Tras un rato mirando "teletecho" me incorporo, cojo una toalla y me voy a la ducha. Nada mejor para despejarse que el agua casi fría cubriendo cada poro de mi piel...

- ¡Ah! ¡Joder, quema! - regulo la temperatura.

Salgo de la ducha, me ato la toalla a la cintura y me afeito, luego me visto con lo primero que veo, que siempre suele ser lo mismo: Unos vaqueros y una camiseta negra.


Voy a la cocina y abro la nevera para picar algo, pero no hay nada más que un pedazo moho con algo de limón en la huevera.

Aparto la bolsa de patatas vacía -mi cena de anoche- de la mesa para coger mis llaves y salgo para comprar algo. Miro mi salón desde la puerta <<si mi madre viera esto moriría en el acto>> 

- Mañana lo recogeré -ayer dije lo mismo.


Bajo a pie las seis escaleras -dos por cada piso- y miro el correo... facturas... ¿con qué esperan que las pague? Las vuelvo a meter en el buzón y salgo a la calle a dar una vuelta sin rumbo, como cada día.


Por el camino encuentro niños jugando, parejas, madres con sus hijos... familias y gente con, al menos, su mascota o hablando por el móvil. Pero nadie solo, este mundo no está hecho para mí ¿qué pinto yo aquí?

A veces el murmullo del gentío se me hace insoportable... en realidad siempre, además de los gritos, cuchicheos, vehículos, sus bocinas, "canciones" de jóvenes que no han descubierto aun las ventajas de los auriculares...

Me pongo los míos.

*Reproducción aleatoria”, “Play*.

Ahora solo oigo música y mi propio pensamiento.

Llego a un parque y me siento en el respaldo de un banco, costumbre que cogí siendo adolescente y que aun sigue conmigo, me gusta.

Hay una persona en el banco de al lado, la única persona que he visto sola y solitaria a parte de mí. Un anciano.  ¿Es ese el futuro que me espera?

Mi vida no es un jardín de rosas, está claro, no tengo nada que me ate a este mundo por ahora, ni gran esperanza en hallarlo. Pero tampoco me va tan mal como para dejarlo... vivo como en... ¿como en stand by? A la espera de algo, sin saber exactamente de qué.

Dos chicas me señalan a lo lejos, las miro con desagrado, se miran, dejan de señalar y murmuran algo entre risitas.


Pasa una joven a mi lado; pelo negro como el ónice con un peinado corto, ojos verdes, claros, labios gruesos, una tez pálida que hace un contraste increíble con su cabello, no muy alta y unas curvas de escándalo, impresionante.

Me mira diciéndome algo, así que me quito un auricular:

- ¿Perdón?

- Que si puedo sentarme – me repite con una sonrisa, su voz también es increíble.

- Por supuesto... -me pongo el auricular- yo ya me iba.

Paso junto a las adolescentes de antes.

- Señoritas... – las saludo en tono sarcástico con una evidente sonrisa forzada.


Llegando a "casa" me acerco a la tienda de la esquina y compro una pizza y una lata de cerveza, bueno... dos... Está bien, un pack de seis.


Subo las escaleras y saludo a mi desastroso hogar tirando las llaves en la mesa. Meto la pizza en el horno y mientras se hace recojo el desastre... parte de él -la suficiente para sentarme a comer y luego tenderme a ver una película en el sofá-.


Saco la pizza del horno y cojo una botella de vodka de la repisa y algo de hielo, sé que voy a acabar cogiéndola, así me ahorro el levantarme después.


Acabo con la pizza y las cervezas y le ataco a la botella.

Doy el primer trago, en mi mano la copa se siente helada como un témpano, pero en mi garganta... una quemazón extasiante.


Vaso a vaso va pasando la noche, dejándome al borde de la inconsciencia, solo consciente de que cada día seguiré así, solo y malgastando mi tiempo, y de que mañana será un día exactamente igual que este.


- No del todo - voy como puedo hasta el despertador y lo desactivo.

Vuelvo al sofá y me sirvo otra copa, el cielo cada vez está más oscuro, luego empieza a estar cada vez más claro... no sé cuantas horas han pasado, pero es mejor contar las horas que las copas...

Caigo rendido.


Domingo. Cuatro de la tarde...


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© 2013 Mel Köiv Todos los derechos reservados 

0 Mi día del libro

Ayer fue un mal y un buen día, yo, para no variar, me centré en lo malo.
Ayer tuve que ir al médico, fuera de mi pueblo, y cuando salí de la consulta, vi que mientras me atendían tuve una llamada perdida.
Llamé y cuando pregunté me informaron que era sobre el concurso de relatos en el que había participado.
Evidente mente me emocioné, pero luego me dijeron que no preguntaban por mi, sino por Ana María, de mi mismo apellido. Mi hermanita.
Ella había sido la ganadora del concurso en la categoría infantil.
¡También me emocione muchísimo! Por no hablar de ella cuando le di la noticia.
Pregunte si ya sabían los ganadores de la categoría general y me dijeron que no estaba seleccionada.
Me enorgullecí muchísimo de mi pequeñina, pero cuando cogí el bus de vuelta sin ninguna otra cosa en la que pensar, no pude evitar que se me cayera alguna lágrima por mi fracaso...
Luego el día no mejoro mucho, pero bueno, os dejo con el cuento de mi ganadorcilla:

EL SUEÑO DE SARA
Sara estaba enfadada y aburrida porque su papá le había castigado por pelearse con su hermana.
 Entonces encerrada en su habitación tuvo una idea, divertirse con su imaginación.
Se imaginó que era una princesa encerrada en lo alto de una torre, esperando a que un príncipe acudiera a su rescate. Y se dio cuenta de que ser princesa era muy aburrido, tenía que esperar a que la rescataran sin tener nada que hacer. Al final, era igual que estar castigada. ¡Pobres princesas! Y además, ella no quería tener que besar a ningún chico ¡que asco! Y mucho menos a un sapo ¡requete asco! Buscó algo con lo que entretenerse y encontró un libro pequeñito en el que había muchas clases de hechizos. Unos para hacerse pequeña, otros para transportarse, otros para que los sueños sean reales, incluso otros para viajar en el tiempo. Pero ella no lo sabía y lo leyó en voz alta:
"Piticlín, piticlín, yo me haré pequeñín" 
¡Zas! De repente era pequeñita.
Queriendo salir de su torre, intentó salir por la ventana, ¡pero era demasiado pequeña!
Así que se puso a correr asustada hasta que acabó debajo de la cama, allí se encontró al Señor Ratotón y a muchos bichitos más, y les contó su problema. Entonces el Señor Ratotón tuvo una idea:
- ¿Y si hacemos una escalera bichuna hasta la ventana para ayudar a la princesa a salir?
Pero no hubo suficientes bichos, así que Sara tuvo que salir por la rendija de la puerta.
En vez de su padre, ahora había un enorme dragón, pero no escupía fuego por la boca, solo ponía castigos. ¡Era el dragón que la había encerrado!
El dragón estaba dormido y ella muy silenciosamente cruzó la puerta. Pero el dragón se despertó y le persiguió hasta la calle.
- ¡Dragón tontorrón! - Le gritó desde la puerta de la calle. - ¡No me alcanzarás! -miró a su alrededor- Guaaaau, el mundo es gigante visto desde aquí, ahora se como se sienten las hormigas.
Sara se encontró tres gatos, y se creyeron que era un ratón.
- ¡No soy un ratón! Solo soy una princesa perdida.
- Eso dicen todos - le contestó uno de los gatos.
- ¿Es que no me reconoceis? - dijo la princesa
- Si es verdad que eres la princesa del reino, dinos algo que solo ella sepa.
- Os llamais Bigotitos, Zarpitas y Bolita de pelo. A tí, Bigotitos te dan miedo los ratones. A tí, Zarpitas, te gusta la comida para perros. Y tú, bolita de pelo, eres un miedica, todo te asusta.
- ¡Ay que susto! ¿De dónde viene esa voz? - pregunto Bolita de pelo.
- Te has librado por esta vez, "princesita" - y los tres gatos salieron corriendo.
El dragón tontorrón seguía persiguiéndola y ella se escondió en una grieta de la pared, sacó rápidamente el libro de hechizos y leyó lo primero que vió para despistarle.
"¡Piticlín! ¡Piticlín! 
Sácame de aquí."
Automáticamente la princesa apareció de nuevo en la torre.
- ¡Ay! Que cansado es ser tan pequeñita, quiero echarme una siesta ¿Cómo llegaré hasta mi cama? Rebuscó bajo todos su muebles para hacer una escalera de pelusa.
- ¡Achís!
- ¡Salud! - gritó Don Ratotón.
- ¡Ei! Don Ratotón, ¿por qué no me ayudáis a hacer una escalera de pelusa? Estoy agotada y no llego hasta mi cama.
Cuando consiguieron acabar la escalera, se echo una graaaan siesta, tan grande, que sin saber como, cuando se despertó, ya tenía su tamaño normal.
Sara, que ya no estaba castigada, corrió hasta el cuarto de su padre:
- ¡Papá! ¡Papá! No te vas a creer todo lo que me ha pasado esta tarde.
Después de contárselo todo, volvió a su cuarto, y vió un ratón sobre la cama
- ¿Don Ratotón? - pregunto sorprendida
Y le pareció ver como aquel ratón le guiñaba un ojo antes de salir corriendo.

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© 2014 Ana Mª Vega Ramírez. Todos los derechos reservados 

lunes, 14 de abril de 2014

0 La primera página de su diario.


"Era un helado diciembre de hace 6 años cuando le conocí, claro que en Ucrania, prácticamente cualquier día es helado.
Salí del cine sola. Mientras esperaba en la parada del bus para volver a casa, tiritando de frío, se me acercó un joven y me ofreció su chaqueta, pero nunca fui precisamente una romántica y tampoco muy confiada.
No la acepté y él se fue.
Unos diez minutos después apareció de nuevo a mi lado y me ofreció un vaso de plástico.
- No sabía si te gustaba el café, -noté que su acento era extraño, no era de aquí- ¿pero a quién no le apetece un chocolate calentito con esté frio?
Le miré raro.
Entonces sacó una petaca del bolsillo.
- Te ofrecería vodka pero ya no me queda - dijo en tono burlón-.
- ¿De qué manicomio dices que te has escapado? - No pude evitar sonreír y cogí el vaso - ¿Sueles invitar a chocolate a todas las chicas solitarias o este es un caso aislado?
- Estaba sentado a tu lado en el cine y... y bueno, te vi aquí sola y pensé que quizá querrías compañía, al menos hasta que llegue el bus - hizo una pausa y me tendió la mano- Iván.
- Alinka.
- Vaya, ¿como la actriz?
- Sí - me reí - mi madre era muy fan de ella.
Alinka era el nombre de una preciosa actriz Ucraniana que había participado en varias series y alguna película americana allá por los 80.
- No eres de aquí, ¿verdad? ¿De dónde eres?
- Soy de España. Digamos que es un viaje de negocios."
Cerré de golpe la libreta. No, no podía recordar aquello. No estaba preparada.



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© 2014 Mel Köiv Todos los derechos reservados 

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