Subir, subir ahí arriba, a la cima más alta o incluso la más baja, da igual, no hay nadie más sobre mí, solo aves, aves enormes.
Y gritar.
Gritar: ¡SOY LIBRE!
Solo por un minuto o solo por una hora, pero soy libre.
No estoy bajo vuestros focos, ni siquiera al alcance de vuestra vista, y eso sin estar entre cuatro paredes, sino bajo un cielo anunciando lluvia que aguanta y la retiene pacientemente por mí.
Y que abre paso entre sus nubes para mostrarme que incluso el día más gris esconde algo hermoso.
Dios... Libertad.
Se que no existe, que solo es una fantasía, pero ¿y qué?
¿Qué norma nos impide disfrutar de las fantasías de nuestra mente? ¿Qué retorcida mente prefiere evitar fantasías a regocijarse en ellas?
¿Qué sería de nuestra vida sin ilusiones?
¿Qué sería de nosotros sin, al menos, un minuto de libertad?
Nos volveríamos locos. O peor aún, demasiado cuerdos.
Y gritar.
Gritar: ¡SOY LIBRE!
Solo por un minuto o solo por una hora, pero soy libre.
No estoy bajo vuestros focos, ni siquiera al alcance de vuestra vista, y eso sin estar entre cuatro paredes, sino bajo un cielo anunciando lluvia que aguanta y la retiene pacientemente por mí.
Y que abre paso entre sus nubes para mostrarme que incluso el día más gris esconde algo hermoso.
Dios... Libertad.
Se que no existe, que solo es una fantasía, pero ¿y qué?
¿Qué norma nos impide disfrutar de las fantasías de nuestra mente? ¿Qué retorcida mente prefiere evitar fantasías a regocijarse en ellas?
¿Qué sería de nuestra vida sin ilusiones?
¿Qué sería de nosotros sin, al menos, un minuto de libertad?
Nos volveríamos locos. O peor aún, demasiado cuerdos.
© 2014 Mel Köiv. Todos los derechos reservados.
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