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miércoles, 27 de noviembre de 2013

0 Siempre en silencio

1, 2, 3...
Los golpes venían por todas partes.
- ¿Cuántas veces te he dicho que no salgas con la zorra de tu amiga? - Me gritó. Sabía que ella quería que le dejara.
7, 8, 9...
Permanecí en silencio. No quería hacerle enfadar más.
13, 14... perdí la cuenta En mi cabeza resonaban los gritos que continuaba dando.
- Ahora vete a la puta cama, de dónde no deberías ni salir si no es para hacer algo útil. Y desnúdate, de hoy no pasa que te eche un polvo. Joder, ¿cuánto hace ya que no follamos?
Madre mía... ¿Se oirá todo esto desde la casa de mis vecinas? No quiero que Marina oiga esto...
Llevo semanas intentando convencerla de que últimamente Luis ha cambiado.
Subí las escaleras casi a rastras, al llegar a la cama me desnudé.
<<No, no voy a obedecerle>>
Me puse el pijama.
<<Pero, y si...>>
Me desnudé.
Y así pasé varios minutos. Al final me quedé en ropa interior, el punto medio.
Me metí en la cama, no se cuanto tiempo pasó hasta que él subió.
- Te dije que estuvieras desnuda- me advirtió en tono severo. Permanecí en silencio. - No importa, estás increíble así - pasó el dedo por el borde de mis bragas, la zona estaba morada por algún golpe - después de todo te la voy a quitar.
- Hoy no tengo ganas - Me giré dándole la espalda.
Me cogió del brazo bruscamente, me puso boca arriba y se colocó encima de mí.
- Llevamos tantos meses sin follar que he perdido la cuenta, y no pienso esperar ni un día más, ¿te enteras, puta?
Yo permanecí en silencio.
Me colocó las muñecas sobre la cabeza y me arrancó la ropa interior. Se colocó entre mis piernas.
1, 2, 3 estocadas.
Grité como si me arrancara la piel, el gimió y continuó
7, 8, 9
Reía satisfecho de su hazaña y me llamaba cosas denigrantes.
Mi único placer era el desahogo de algunas lágrimas mal disimuladas.
13, 14... perdí la cuenta
Y en algún momento entre estocadas puso esa cara que tanto asco me daba.
Sentí como derramaba dentro de mí ese calor que tanto asco me daba.
Me volví a sentir aquella mujer usada que tanto asco me daba.
- Buenas noches nena, has sido una buena chica.
Intenté dormir en vano, a las 7 me levanté a prepararle el desayuno.
7:30
Entró a la cocina y se sentó a la mesa.
- ¿En serio? Media hora levantada y aun no has preparado el puto café.
- No hay café.
-¿¡Que coño!? Te dije que lo compraras, joder. ¿Cómo puedes ser tan inútil?
Permanecí en silencio.
- Ve a por el café, la tienda de la esquina abre a las 7, esperaré, pero ve rápida.
- No voy a ir.
Seguí de espaldas a él, preparando el desayuno junto al fregadero. Con la cabeza gacha.
Se levantó.
-¿Acaso he preguntado si quieres ir? Ve ya.
- No.
Me zarandeó del brazo y me giró hacia el para pegarme.
- Maldita zorra, te estoy diciendo que...
1, 2, 3...
Me concentré en contar para permanecer en silencio y no alertar a las vecinas.
7, 8, 9...
Empezó a gustarme la sensación, noté la sangre, pero se sentía tan suave.
13, 14... perdí la cuenta
Pero continué clavando aquel cuchillo.
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© 2013 Mel Köiv Todos los derechos reservados 

lunes, 18 de noviembre de 2013

0 Perdonadme hermanos porque he pecado

Ni es delito mi acto, ni está el pecador condenado al infierno. Pero que amargo es su castigo, que intenso y doloroso.
Fui tan ciega que incluso me consideré feliz. Cualquiera que hubiera sabido ver, ese si habría pecado.
¡Ira!
Ira, ¿por qué eres tú un pecado?
¿Acaso no tienes tus motivos para aparecer?
Mi ingenuidad, ¡mi estupidez! Eso si debieran ser pecados.
No están castigadas con las inextinguibles llamas del infierno, pero esta esa tortura a la que comúnmente llaman reflexión... insufrible tortura que me hace sentir frágil, estúpida, inmerecedora de la palabra "humana"
¡Pero que merecida tortura!
Un día la agradeceré.
Ese día que no caiga en las garras de una arpía o un demonio disfrazados bajo un manto hecho con mi misma piel.
Cada día en mi cabeza, cada día que me pregunto: ¿Por qué? ¿Por qué caigo en las redes de esta hipócrita sociedad? ¿Por qué parece que aun tenga fe en el ser humano?
Por ser una ingenua, pero no lo puedo evitar.

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martes, 12 de noviembre de 2013

0 Simplemente mujer

Hoy he visto un articulo que... no me ha hecho pensar, porque todo esto ya hace mucho que lo pienso, me ha hecho escribirlo.
Es la naturalidad lo que vengo a defender, ¿Por que no podemos ser, pensar y actuar como queramos?
¿Por que no puede una chica disfrutar del sexo sin compromiso sin ser mirada como una puta? En mi opinión, es su cuerpo y puede hacer lo que quiera, siempre con cabeza por los evidentes riesgos.
Y otra cosa que, al menos a mí, me parece ilógica, irracional y un sinsentido, es la censura en los desnudos. Nadie entiende que la carne es solo carne, este donde este, mas arriba, mas abajo o entre las piernas. ¿Quien tiene la mente más sucia? ¿La chica que se desnuda o quien lo señala como algo lascivo y denigrante?
El cuerpo es algo natural, de arriba a abajo y no hay ningún motivo para avergonzarse de ninguna zona de él.
Si te avergüenzas de tus partes íntimas solo por el hecho de que son las que te dan placer, ve siempre con guantes, no enseñes las manos, porque todos sabemos lo que haces con ellas.
Y adentrándonos en el tema del desnudo, aún menos entiendo que a un hombre se le pueda ver sin camiseta, enseñando el pecho, y a una chica la tachen, como no, de puta si enseña ya no el pecho, sino simplemente el sujetador.
¿Por que? ¿Que diferencia hay? Pezones, areola y zona carnosa. Creo que hay lo mismo en ambos sexos para que un chico pueda enseñar libremente y una chica ni si quiera pueda insinuar, ya que la tacharán de puta solo por llevar un escote medianamente grande.
¿Somos putas por estar orgullosas de nuestro cuerpo y no ver motivos para esconderlo?
¿Que pasa con los hombres que suben fotos a las redes sociales de su "tableta" y sus pectorales?
Nada, con ellos no pasa nada, como mucho son unos creídos.


<<No nos enseñéis como vestir, enseñadles a no violar>>

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lunes, 4 de noviembre de 2013

0 Ojos sin vida

Todo empezó con sus ojos. Esos ojos que casi no tenían color. Era insoportable sentir esa mirada clavada en mí. Sobre todo a la hora de la comida, la repulsión no me dejaba probar bocado, recuerdo que siempre tiraba mi comida y luego entraba muerto de hambre a la cocina a picar algo.
De la repulsión pasó al pánico; la gente revela sus pensamientos con la mirada, pero una mirada vacía no revela nada, nunca sabía lo que podía estar ocultando. Así que empecé a llevar encima algo con lo que defenderme por si ocurriera algo. Sí, ocurriría algo, sus ojos no podían esconder nada bueno.
Entonces empezaron las pesadillas, entre ellas había una recurrente en la que yo huía y ella me perseguía con los ojos cerrados, y cuando creía estar a salvo, sus ojos se abrían justo frente a los míos.
<<Maldita sea, esto tiene que acabar.>> pensé una de las veces al despertar sobresaltado.
Cogí el cuchillo que guardaba bajo mi almohada y me acerqué lentamente a su dormitorio, la destape con cuidado.
Me arrepentí de momento al verla así, dormida, tan frágil...
<<Pobre abuela.>>
Empezó a moverse, la había despertado, se giro y sus ojos se clavaron en los míos, toda la rabia volvió en un instante.
¡Una! ¡Dos! ¡Tres! ¡Cuatro!
Perdí la cuenta de las puñaladas que le aseste. 
Desde entonces no solo no puedo comer, tampoco puedo dormir, sus ojos blancos me miran desde los pies de mi cama, ahora con lágrimas rojas brotando de ellos.


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