
Había oído tantos cuentos. Cuentos de princesas que vivían en palacios de cristal, con hadas madrinas que hacían de sus vidas un constante cúmulo de alegrías. Todas y cada una de aquellas princesas eran tan hermosas., y todas eran amadas por un príncipe ideal. Había oído tantos que empezó a creer el ellos, a tener la esperanza de vivir un cuento de hadas. Pero la niña fue creciendo. Se convirtió en una mujer y se vio obligada a madurar, al menos lo suficiente para ver la realidad y dejar atrás los cuentos de su infancia. Con tristeza se dio cuenta de que jamás viviría en un palacio de cristal, de que lo que quisiera tendría que conseguirlo...