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jueves, 24 de abril de 2014

0 Mi día del libro

Ayer fue un mal y un buen día, yo, para no variar, me centré en lo malo.
Ayer tuve que ir al médico, fuera de mi pueblo, y cuando salí de la consulta, vi que mientras me atendían tuve una llamada perdida.
Llamé y cuando pregunté me informaron que era sobre el concurso de relatos en el que había participado.
Evidente mente me emocioné, pero luego me dijeron que no preguntaban por mi, sino por Ana María, de mi mismo apellido. Mi hermanita.
Ella había sido la ganadora del concurso en la categoría infantil.
¡También me emocione muchísimo! Por no hablar de ella cuando le di la noticia.
Pregunte si ya sabían los ganadores de la categoría general y me dijeron que no estaba seleccionada.
Me enorgullecí muchísimo de mi pequeñina, pero cuando cogí el bus de vuelta sin ninguna otra cosa en la que pensar, no pude evitar que se me cayera alguna lágrima por mi fracaso...
Luego el día no mejoro mucho, pero bueno, os dejo con el cuento de mi ganadorcilla:

EL SUEÑO DE SARA
Sara estaba enfadada y aburrida porque su papá le había castigado por pelearse con su hermana.
 Entonces encerrada en su habitación tuvo una idea, divertirse con su imaginación.
Se imaginó que era una princesa encerrada en lo alto de una torre, esperando a que un príncipe acudiera a su rescate. Y se dio cuenta de que ser princesa era muy aburrido, tenía que esperar a que la rescataran sin tener nada que hacer. Al final, era igual que estar castigada. ¡Pobres princesas! Y además, ella no quería tener que besar a ningún chico ¡que asco! Y mucho menos a un sapo ¡requete asco! Buscó algo con lo que entretenerse y encontró un libro pequeñito en el que había muchas clases de hechizos. Unos para hacerse pequeña, otros para transportarse, otros para que los sueños sean reales, incluso otros para viajar en el tiempo. Pero ella no lo sabía y lo leyó en voz alta:
"Piticlín, piticlín, yo me haré pequeñín" 
¡Zas! De repente era pequeñita.
Queriendo salir de su torre, intentó salir por la ventana, ¡pero era demasiado pequeña!
Así que se puso a correr asustada hasta que acabó debajo de la cama, allí se encontró al Señor Ratotón y a muchos bichitos más, y les contó su problema. Entonces el Señor Ratotón tuvo una idea:
- ¿Y si hacemos una escalera bichuna hasta la ventana para ayudar a la princesa a salir?
Pero no hubo suficientes bichos, así que Sara tuvo que salir por la rendija de la puerta.
En vez de su padre, ahora había un enorme dragón, pero no escupía fuego por la boca, solo ponía castigos. ¡Era el dragón que la había encerrado!
El dragón estaba dormido y ella muy silenciosamente cruzó la puerta. Pero el dragón se despertó y le persiguió hasta la calle.
- ¡Dragón tontorrón! - Le gritó desde la puerta de la calle. - ¡No me alcanzarás! -miró a su alrededor- Guaaaau, el mundo es gigante visto desde aquí, ahora se como se sienten las hormigas.
Sara se encontró tres gatos, y se creyeron que era un ratón.
- ¡No soy un ratón! Solo soy una princesa perdida.
- Eso dicen todos - le contestó uno de los gatos.
- ¿Es que no me reconoceis? - dijo la princesa
- Si es verdad que eres la princesa del reino, dinos algo que solo ella sepa.
- Os llamais Bigotitos, Zarpitas y Bolita de pelo. A tí, Bigotitos te dan miedo los ratones. A tí, Zarpitas, te gusta la comida para perros. Y tú, bolita de pelo, eres un miedica, todo te asusta.
- ¡Ay que susto! ¿De dónde viene esa voz? - pregunto Bolita de pelo.
- Te has librado por esta vez, "princesita" - y los tres gatos salieron corriendo.
El dragón tontorrón seguía persiguiéndola y ella se escondió en una grieta de la pared, sacó rápidamente el libro de hechizos y leyó lo primero que vió para despistarle.
"¡Piticlín! ¡Piticlín! 
Sácame de aquí."
Automáticamente la princesa apareció de nuevo en la torre.
- ¡Ay! Que cansado es ser tan pequeñita, quiero echarme una siesta ¿Cómo llegaré hasta mi cama? Rebuscó bajo todos su muebles para hacer una escalera de pelusa.
- ¡Achís!
- ¡Salud! - gritó Don Ratotón.
- ¡Ei! Don Ratotón, ¿por qué no me ayudáis a hacer una escalera de pelusa? Estoy agotada y no llego hasta mi cama.
Cuando consiguieron acabar la escalera, se echo una graaaan siesta, tan grande, que sin saber como, cuando se despertó, ya tenía su tamaño normal.
Sara, que ya no estaba castigada, corrió hasta el cuarto de su padre:
- ¡Papá! ¡Papá! No te vas a creer todo lo que me ha pasado esta tarde.
Después de contárselo todo, volvió a su cuarto, y vió un ratón sobre la cama
- ¿Don Ratotón? - pregunto sorprendida
Y le pareció ver como aquel ratón le guiñaba un ojo antes de salir corriendo.

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© 2014 Ana Mª Vega Ramírez. Todos los derechos reservados 

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