Fui tan ciega que incluso me consideré feliz. Cualquiera que hubiera sabido ver, ese si habría pecado.
¡Ira!
Ira, ¿por qué eres tú un pecado?
¿Acaso no tienes tus motivos para aparecer?
Mi ingenuidad, ¡mi estupidez! Eso si debieran ser pecados.
No están castigadas con las inextinguibles llamas del infierno, pero esta esa tortura a la que comúnmente llaman reflexión... insufrible tortura que me hace sentir frágil, estúpida, inmerecedora de la palabra "humana"
¡Pero que merecida tortura!
Un día la agradeceré.
Ese día que no caiga en las garras de una arpía o un demonio disfrazados bajo un manto hecho con mi misma piel.
Cada día en mi cabeza, cada día que me pregunto: ¿Por qué? ¿Por qué caigo en las redes de esta hipócrita sociedad? ¿Por qué parece que aun tenga fe en el ser humano?
Por ser una ingenua, pero no lo puedo evitar.
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© 2013 Mel Köiv Todos los derechos reservados
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